El inmenso valor de ser una soga

Me quedé pensando en nuestra conversación y te lo digo por escrito… porque es aquí -en este gastado teclado de mi computadora- donde consigo ordenarme y alcanzar las palabras que se me quedan dando vueltas…

Ser una soga puede dar origen a algo maravilloso.

Tiene que ver con el sentido más sublime de la existencia: vivimos para amar. Todo lo demás acompaña (o no) ese propósito natural y trascendente.

Vivimos para amar. Aprendemos en cada circunstancia, sin importar la edad y las experiencias atravesadas, cada vez que el amor nos toca a la puerta, irrumpe como una novedad que alborota, abruma, a veces paraliza… y nos arrebata de ese lugar tan inhóspito como puede llegar a ser nuestra propia y terca celda interior.

Vivimos para amar. Por eso estamos acá. Con nuestros singulares versión y estuche, que resultan tan agotadores en muchas ocasiones y con todas nuestras limitaciones.

Ser una soga puede elevarse por sobre la sombra de un destino como paliativo o una forma de esclavitud o una muestra de debilidad para quien quiera ofrecerla o aferrarla. Ser una soga puede constituirse en un motivo para tomarse de allí y escalar esa montaña que tantas veces se erige sobre nuestras dudas y temores…

Ser una soga puede llegar a convertirse en una imbatible razón para atreverse a decir: ahí voy, lo intento, me atrevo, podré…y ese esfuerzo lo hace tanto la persona que aferra la soga…como la que se ofrenda,  aunque ésta última sólo pueda hacer una cosa: entregarse, estar ahí, en ese momento de nuestras vidas. Siempre el otro se puede negar y no aceptar. Es parte del misterio y del juego de las almas.

Hace muchos años descubrí que mi vida no tenía sentido si sólo era para mí misma.

Tengo claro que mi misión fundamental es ocuparme de ser quien estoy llamada a ser, quien sueño ser, quien aspiro a ser, quien aprendo a ser y de eso debo encargarme yo.

Es mi primordial tarea, sin excusas y sin culpar a nadie.

Sin embargo, ser solamente para mí es una ocupación que corre el enorme riesgo de sumirme en un profundo vacío. Y si es así, en algún momento, el espejo me devolverá una imagen deslucida y opaca de quien pude haber sido.

Para quién ser entonces además de para mi misma?

Cuando falleció mi hijita, me sumí en un dolor tan grande que ya no quería vivir.

La vida perdió su sabor y sentido. Esperaba mi propia muerte como un alivio y una salida liberadora.

Y mis hijos fueron mi soga más importante, mi familia, mis seres queridos. Me levanté cada día de mi letargo por ellos, aprendí a caminar de nuevo, a mirar mi hoy…y seguí y seguí. Fue mi esfuerzo. Ellos fueron mi fundamental motivo, mi soga.

No hay nada más bonito que tener impulsos para existir y que esos porqués tengan nombre de pila y fechas de cumpleaños…

Fui, soy y seré soga y la vida me tiró unas cuantas así como sigo esperando que me caigan más. Quiero morirme siendo la soga de alguien y recíprocamente.

Quiero ser soga porque quiero darme entera. Sin andar mezquinando partecitas y sin retacear disposiciones. Siendo yo para que el otro pueda ser quien es.

Ser soga tiene entre sus diversas posibilidades, la extraña y preciosa condición de entrelazar, de unir, de sostener,  de permitir el equilibrio para multiplicarse.

Amar tiene ese paradójico efecto: cuanto más doy, más recibo, más abro mis manos, más me enriquezco, más grande me vuelvo, más inmensa, más perdurable…

Toda clase de amor. Toda forma de amor…pienso en los hijos, en la pareja, en la familia, en los amigos, en los vecinos…en todos.

Claro que hay amores y amores.

Algunos nos resultan un remanso, casi como ese tecito caliente que nos tomamos en una tardecita de invierno…como cuando salgo a caminar con mi perro o viene y se echa a mis pies mientras me acompaña a la sombra de ese árbol que planté hace tanto tiempo…todo pacífica tranquilidad.

Otros amores irrumpen como un torbellino, traen la adrenalina, el susto y el cansancio del trajín…y si no, recuerda cuando criaste a tus hijos de bebés y pasaste noches en vela…o cuando te enamoraste…

Hay amores que duran para toda la vida. Por qué no?

Hay sogas que no se cortan nunca. Y son parte de la trama de nuestras vidas.

Aprendí muy joven y a puro dolor que lo más importante es tener razones de existencia y hasta donde entiendo y siento de qué se trata esta cuestión de los motivos…se resumen en la lista de rostros que cada mañana ocupan mi corazón, aquellos que me despiertan por la noche si estoy afligida, o me sacan una sonrisa si me llaman, o me inspiran a hacer una comida rica, o me ponen en movimiento para levantarme de mi silla cómoda y segura y partir a su encuentro.

Ser soga puede resultar en algo tan hermoso…

Quién te dice…?

Una respuesta a “El inmenso valor de ser una soga

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  1. Emocionante cómo siempre estimada y admirada Isa.Para mi no has sido solamente soga, sino agua que sacia, alimento que nutre, vinonque se celebra, faro en la niebla.

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