Las excusas perfectas


Todos tenemos frases favoritas. Son esas ideas o argumentos de síntesis que repetimos tantas veces hasta tornarlas parte de nuestra manera de actuar.  Son frases sabelotodo porque las aplicamos en la mayoría absoluta de los casos. Y las volvemos escudo, pantalla, paraguas, espada o flecha, a veces refugio, incluso pueden volverse cobijo y envolvernos como una manta en nuestras noches frías del alma. 

Si es en el amor, quizá diremos ”no estoy para esto” , “hay que ir despacio, muy despacio porque sino lo arruinamos”, “no tengo tiempo”, “no tengo ganas de complicarme”, “no puedo comprometerme porque ya estoy en el límite con todas mis otras cosas”, “no sé que voy a hacer mañana, nunca planeo nada”, “estoy bien así”…podemos seguir escribiendo expresiones… 

Todas ellas esgrimen una excusa. La justificación para no amar. La profunda y tortuosa duda sobre ser digno de ser amado. La terrible simplificación de la propia soledad ó de los fracasos afectivos como un destino inexorable. 

Nuestras frases sobrevuelan las escenas cotidianas y las definen. No le llamo, no le invito, no me arriesgo, mejor me quedo en casa o me voy con mis amigos. Aumenta la distancia entre nuestros sentimientos y nuestras acciones porque ya sabemos lo que pasa si el corazón manda… 

Nuestras frases favoritas pueden explicarnos desvíos laborales, vocacionales, derrotas o acobardamientos, adicciones, manías, excesos de cualquier tipo. Y con ello me refiero incluso a los que trabajan de más, hacen de más, sirven de más, cuidan de más, sufren de más y todo debidamente justificado. 

Excepcionalmente, nuestras frases favoritas resultan en un gesto de ternura con nosotros mismos y nos damos algo de tiempo, inventando razones para seguir perseverando en ese anhelo, ese proyecto o ese amor que aún no fue pero que sigo aguardando, camuflado entre la maleza de mis argumentaciones. 

Si hiciéramos más a menudo el ejercicio de reemplazar los “no puedo” por el de “¿qué es lo que puedo hacer en este caso?”, volviendo aquella afirmación rotunda en una pregunta inquieta y honestamente curiosa. 

Si practicáramos a diario la rutina de escucharnos…detectaríamos muchas frases repetidas y poco creíbles. Si nos animáramos a andar sin tanta prevención ante el dolor o el fracaso…como si eso evitara el temido sufrimiento. 

Personalmente, creo que la evitación del dolor es uno de los grandes ejes organizadores en la vida de todos nosotros. Y uno de los más infructuosos. 

Dice Rolando Martiñá: “Quedarse en la jaula no garantiza más felicidad que huir de ella…Ni a la inversa…Entre otras cosas, porque la jaula está dentro de uno. O sea, paradoja: ¿uno es la jaula de la jaula?”

Me encanta la gente valiente que se anima a que le duela lo que sea que le vaya a doler y avanza igualmente con un profundo convencimiento de que lo que hace tiene un sentido.

Y hacia allí va. 

Pudiendo desafiar a las frases favoritas que se vuelven una segunda piel, anteojos y hasta religión. Yo tengo muchas frases favoritas. Las llamo mis excusas perfectas. Y trato de rebelarme. Hacer la revolución interna que me lleve a un puerto donde haya más preguntas y anhelos que respuestas trilladas. 

Quiero ser la autora de un destino inconcluso. Y vivir-como lo expresa preciosamente Carlos Skliar- “Haber (habiendo) puesto en la trama de la vida todo lo que era posible. No saber, jamás, si eso era acaso todo lo posible”

Isabel Bohorquez – Doctora en Ciencias de la Educación


1 Martiñá Rolando, Cuentos de todos los amores. Experiencias terapéuticas y ficciones del enamoramiento. Ed. del Nuevo Extremo, 2016, p. 29.

2 Skliar, Carlos, No tienen prisa las palabras. Ed. Miño y Dávila , 2012, p.89. 

Imagen tomada del sitio https://pixabay.com/es/

5 respuestas a “Las excusas perfectas

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