El lado oscuro de la igualdad


«Lo que por siglos y siglos derivó en violencia, abusos e injusticias, fue el desprecio por la vida humana.»

Isabel Bohorquez

La igualdad de género (entre otras condiciones igualitarias) es hoy un principio ético y un derecho fundamental para el desarrollo humano. 

El mundo va encaminando muchos de sus logros sociales y políticos de la mano de este principio asumido y proclamado internacionalmente, aunque falta mucho por alcanzar, especialmente en lo referido a educación, condiciones y oportunidades laborales, acceso a la salud y participación cívica, entre otros aspectos indispensables. 

Las luchas en diferentes puntos del planeta surgen de los movimientos en defensa de la mujer, de la diversidad de género y de las minorías sexuales, haciendo eje en la vulnerabilidad y en la violencia sufrida a través del dominio de una cultura global machista. 

La igualdad en todas las condiciones posibles en que se pueda habitar y convivir en este mundo es un principio cardinal. Y esto alcanza a todas las diversidades de género, a todas las edades, a todas las razas, a todas las personas, sin distinción alguna. 

La raíz de esa consideración de igualdad se basa en el respeto y en la tolerancia. 

El acceso equitativo a todos los bienes colectivos materiales o simbólicos es una parte sustancial de este proceso de transformación social y cultural. 

Hasta aquí, me defino a mí misma a favor de la igualdad de género. Creo firmemente en ello. Y he trabajado mucho, toda mi vida, en pro de esa igualdad. 

Pero no comparto que la cuestión resida en sustituir una cultura machista, percibida como hegemónica, opresiva y violenta, por otra que se postula en los mismos términos. 

No se trata de cambiar el eje del poder. 

Ni se trata de una confrontación donde debe haber vencidos y vencedores. 

No es dándole muerte al macho que transformaremos esta sociedad para bien de todos. 

La igualdad de género como principio queda así contradicha y se torna inviable. 

Y de fondo, pasa a ser un cambio de posición. Ese modo de concebir la igualdad resulta un eufemismo, la mentira de que cambiaremos el mundo machista haciéndolo antimachista. 

Es un movimiento pendular a otro lugar de dominio y de apropiación de aquello que se pretende superar para hacerlo propio. 

Empoderar a las mujeres significa participar, construir, mejorar, desarrollar ámbitos de crecimiento personal y colectivo acordes a las condiciones de las personas que los llevan adelante. 

Empoderar no es volverse poderosos a costa de otros. 

Lo que por siglos y siglos derivó en violencia, abusos e injusticias, fue el desprecio por la vida humana. Ya fueran mujeres, varones, niños, ancianos, discapacitados o pertenecientes a una etnia o religión diferente, las víctimas resultaron ser los más débiles frente a los poderosos. Y estos poderosos obraron con base en sus culturas, pero también a favor de sus intereses, sin importar el precio que los débiles pagaran. 

La igualdad de género y la lucha consecuente por construirla y consolidarla, planteada en sus vetas más oscuras, resulta en una lucha de clases; o sea, una lucha de poder. Donde la posibilidad histórica de que el opresor temido y rechazado sea internalizado y encarnado en una nueva figura opresora, a veces más recalcitrante… es algo que ya hemos vivido en más de una revolución. 

Confiemos en nuestra capacidad para aprender a ser más sensibles, más honestos y más justos frente a nosotros mismos y nuestros desafíos. Buscando nuevas pautas y comportamientos que sean el sustrato de una convivencia humana con esa noción de igualdad. 

Sin caer en el prejuicio y la pretensión de borrar todo de un plumazo, como si cualquier actitud machista fuese algo despreciable y como si las diferencias de género fueran, per se, un acto de dominación y de abuso. 

Por estos días, muchas mujeres reclaman un trato igualitario desde una posición que tiene tintes de intolerancia ante conductas cotidianas que pueden resultar un gesto de cortesía o un recurso de seducción: abrir una puerta para que pase primero la mujer, pagar una cena, regalar flores, decir un piropo. 

Hay mujeres que se consideran ofendidas frente a ello… Yo creo que eso es perder el horizonte de lo que significa la igualdad. 

Una comprensión profunda del valor que tiene toda vida incluye a todos los seres vivos y a nuestro propio hogar compartido, nuestro planeta; nos permitirá evolucionar como sociedad y como especie humana. 

La clave es esa: el valor y el cuidado de toda vida, anteponiendo ese principio a cualquier otro interés o propósito. 

En una sociedad que aprenda a vivir sobre la base del cuidado de toda vida, no se hace necesario dirimir ninguna otra diferencia. Porque estamos todos incluidos y podemos convivir en paz. 

La rebelión es ética. 

Isabel Bohorquez – Doctora en Ciencias de la Educación


Artículo publicado en diario La Voz: https://www.lavoz.com.ar/opinion/lado-oscuro-de-igualdad

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