No hay garantías en el amor


«Nos extraviamos en el embrollo de nuestras propias necesidades y el otro deja de ser otro. No lo veo. No quiero verlo.»

Isabel Bohorquez


Redes, sitios, chats, lugares a los que asistir, gente que va y viene en diferentes ambientes. Tenemos tantas chances… Podemos entablar conversaciones con más de una persona a la vez, planear salidas, viajes, cenas, ir a un bar mientras por el celular seguimos en línea con alguien a través de WhatsApp.

La apariencia de que no hay límites impregna nuestras relaciones de la oficina a la cama. Todo es posible. Sin embargo, vivimos con miedo al otro, en un infierno de lo igual –al que se refiere genialmente Byung Chul Han– donde no hay lugar para la experiencia erótica y, por lo tanto, no hay lugar para el amor.

Entonces, el otro debe ser alguien que me sirva a mí, una extensión de mí, que me sume, me agregue, me complazca, se adapte a mí, no me moleste en absoluto, y por ninguna razón se vuelva algo extraño a mí y me saque de mi propia (aunque escasa) seguridad.
Tremendo narcisismo al que nos condena esta sociedad del rendimiento, del éxito, incluso en lo afectivo y en lo sexual.

El amor en estos términos carece de negatividad. Todo debe ser positivo. Este sujeto del rendimiento es un esclavo de sí mismo. Por ende, difícilmente pueda ser feliz. Se condena a estar hastiado, aburrido y deprimido por su éxito. Cuando hacemos alusión al otro como objeto sexual, como objeto a secas, pensamos en una mujer de curvas generosas, vestida con un short ajustado y un escote sugestivo. Este estereotipo debería superarse para poder pensar a cualquier persona que es mirada y valorada como alguien útil en una relación de un modo cómodo para una de las partes. Una mera cosa.

¿Qué nos perdemos en este tipo de relaciones que tanto proliferan en este tiempo? Nos extraviamos en el embrollo de nuestras propias necesidades y el otro deja de ser otro. No lo veo. No quiero verlo. Me asusta, me espanta. Es mejor el refugio de nuestras redes, con sus infinitas publicaciones fugaces, es mejor Netflix, es mejor el cobijo de unos brazos que nada pedirán y poco ofrecerán. Es mejor no sentir. Todo es tan previsto en la indefinición del no quiero previsiones que nos perdemos la sorpresa de la novedad que otra persona puede significar en nuestras vidas.

Nos perdemos vivir la incertidumbre que ese otro implica en su misterio de ser alguien que no soy yo y que me obliga a salirme de mí. Me cautiva y me intranquiliza, me abruma porque es desconocido y siempre será otro. Jamás igual a mí. Ese es un paraíso aterrador, al que hay que atreverse. Una auténtica experiencia erótica, amorosa, envolvente, requiere de dos distintos que se encuentran y, en cierto sentido, se pierden en el enigmático laberinto del otro, para recuperarse amantes y redimirse de su egocéntrica soledad.

Ese misterio que los une y torna cómplices y compañeros a quienes en definitiva se hallaban incompletos hasta que se encontraron. Es esa incomprensible, contradictoria y hasta cándida cercanía donde uno puede ser del otro y recíprocamente. Se puede contar con la otra persona. Se está a salvo. Se acaban las murallas porque se amplía la fuerza vital para enfrentar la existencia. Ser de a dos es estar siendo juntos, para otro y por otro. No sólo es estar siendo para uno mismo. Y que esto me incluya. No me quedo afuera; no quedo excluida de la ecuación.

¿Será fácil? ¿Será cómodo? ¿Será a mi medida? No. No hay nada de eso en el amor. Incluso habrá tanta congoja muchas veces… Y no me refiero a un vinculo tóxico, patológico o enfermizo. Me refiero a la inevitable molestia que supone abrir mi vida a alguien más. Y sin embargo, una vez allí, en ese lugar de apertura al otro y de inclusión a mi propia vida, todo es agonía en su ausencia.

Aprendemos a amar si aprendemos a ser junto a otros, más allá de nosotros mismos y una vez que el otro está allí, somos. Ser cobra sentido conjugado en plural. Somos. A veces hay días buenos, hay veces de días malos.
No hay garantías en el amor.

Isabel Bohorquez – Doctora en Ciencias de la Educación


Artículo publicado en diario La Voz https://www.lavoz.com.ar/opinion/no-hay-garantias-en-amor

Imagen tomada del sitio https://pixabay.com/es/

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