¿AMANECE MÁS TEMPRANO?

La Argentina disputada entre traiciones, lealtades, ignorancias y mezquindades

Isabel Bohorquez

Gracias a El Memo de Mendoza por confiar siempre https://www.memo.com.ar/opinion/argentina-disputada/

Comienzo este texto con las palabras de Edgar Morin:

“Existe una ética de la comprensión que nos exige primero comprender la incomprensión, que tiene muchas fuentes: el error, la indiferencia frente al otro, la incomprensión de cultura, la posesión por los dioses, mitos, ideas, el egocentrismo, la abstracción, la ceguera, el temor de comprender… una palabra sobre esta última fuente de incomprensión: comprender no es justificar, comprender al asesino no significa tolerar el asesinato del que es autor.”[1]

Hoy, ahora, en nuestra Argentina tironeada por tantas palabras vacías y tantas promesas dudosas… ¿qué ética de la comprensión podemos alcanzar?

Y me pregunto a su vez: ¿hacia dónde vamos con todos los discursos de los últimos días rasgándose las vestiduras y alarmándose porque los supuestos principios que han defendido a capa y espada están en juego?. Cuántas personas sinvergüenzas que hay en la escena política argentina…no puedo eludir el repudio que me provoca verlos reaccionando frente al ballotage cuando deberían haberse ocupado de ejercer su papel como corresponde en los momentos y lugares oportunos.

Sindicalistas que se erigen en portavoces de valores, miembros de partidos políticos que se consideran respetables y representantes de algo, hijos de cuyo único talento es portar un apellido y hace años que viven a costa de ello y de nuestros bolsillos….parecen actores de una varieté en un oscuro cabaret donde el que paga los tragos permanece en el anonimato casi siempre.

Habrá que hacerle saber a toda esa gente que la mayoría de la sociedad ya no les cree y que además, menos le importa lo que ellos piensen.

Ni radicales ni peronistas, ni del Pro o de cualquier otra fuerza partidaria que ande aliándose por aquí o por allá, hacen huella en la comprensión de lo que nos pasa ni aportan soluciones.

Quizá estamos asistiendo, ojalá, al final de una era en cuanto a las conformaciones políticas que han atravesado la historia argentina y que hoy nos resultan estériles, confusas, sin más triunfos que los propios y más derrotas que las nuestras.

Tal vez sea el momento de despedir al peronismo y al radicalismo del escenario político argentino. Ya no se los puede distinguir entre tanta alianza, contra alianza, trampa y emboscada. Y todo para seguir viviendo a costa del resto de nosotros.

Hace pocos días escuché a una conocida vedette referirse a Massa como el impulsor del nuevo peronismo massista y pensé hasta qué punto del absurdo llegamos con tal de justificar un engendro…Los peronistas debieran hacerse cargo de su escasez de líderes para tener hoy como único candidato a semejante sapo de otro pozo que además juró acabar con algunos sectores que también anidaron en el peronismo porque fue la membresía más conveniente a sus planes aunque ideológicamente estuvieran mirando hacia otro lado. Y con ello me estoy refiriendo a lo que se ha dado en llamar el kircherismo.

Lo mismo puede decirse de los radicales que desde la ausencia del único Alfonsín destacado y protagonista de la historia política argentina, se han quedado sin líderes de peso suficiente y no han logrado conducir nuestro país sin recurrir a alianzas que luego escupen como veneno. Cuando los escucho embanderarse tras principios de la república, la democracia, etc., etc. me pregunto: ¿dónde estuvo esta gente todos estos años en que la Argentina se fue empobreciendo, volviéndose una cueva de ladrones y un sitio cada vez más inseguro y precario para las clases media y trabajadora? Y me dan ganas de mandarlos a todos a su casa o a trabajar, que buena falta le haría a más de uno que hace años que vive de rotar por las bancas del Congreso o en cargos por aquí y por allá, no importa quien gobierne de turno.

Los demás partidos quedan en un margen reducido de chances de alianza con los que alguna vez fueron los grandes o son eternamente los detractores del sistema  (la izquierda argentina) aunque hasta hoy, no han aportado ninguna solución real y concreta a nuestros problemas.

El PRO entiendo que surgió como una reacción a este declive y prontamente se alió a quienes pretendía superar como respuesta política ante una sociedad agotada. Tal vez, tampoco tenga tanta gente a la altura de los acontecimientos.

¿Qué nos queda?

Siento que hay un vacío inmenso porque lo demás ya nos resulta de cartón pintado y la gente que no militamos y trabajamos o vivimos del lado del ciudadano de a pie como se dice habitualmente, ya no tenemos en quien referenciarnos.

Veo una sociedad hastiada, cansada de las especulaciones y las tramoyas, ofuscada de tanta maniobra que los pone a ellos (los políticos) del lado de los cada vez más ricos y a nosotros (los ciudadanos) de los cada vez más pobres y cautivos.

Hoy surge Milei como la figura del cambio porque en definitiva ha logrado representar y poner en palabras, más allá de cualquier exceso verborrágico de su parte, este cansancio social y esta frustración constante de soportar una casta política inútil y ladina.

Milei es nuestro producto y nuestro emergente. Hoy Milei es un espejo de nuestra sociedad.

Aunque haya motivos para sospechar si fue el resultado de un artilugio de Massa y sus asociados o de Macri y los suyos, Milei lanzado y puesto en escena ha pasado a ser de la gente. Es el resultado de tantas broncas y amarguras que no habían encontrado voz, es la bandera de los que se cansaron del resto y de tantas décadas perdidas y quieren arriesgarse a algo diferente antes que seguir tironeando de las mismas ineptas y falsas soluciones. Es el grito de libertad que expresa ese caudal emocional de un basta a tanto atropello.

¿La adhesión a Milei es de tipo ideológica? Sinceramente creo que no. Creo que es idiosincrática y no ideológica.

¿Cuál sería la diferencia? Creo que a la mayoría de la gente que hoy se expresa disgustada, agobiada y encuentra en la promesa de una cambio de raíz una oportunidad de mejorar, no está pensando en doctrinas políticas ni en posiciones de izquierda, derecha o centro.

Si nos escuchamos profundamente, lo que se siente es una preocupación por el estilo de vida, por conservar o recuperar los valores de lo cotidiano, porque la familia pueda comerse el asado de los domingos sin miedo a salir a la calle y que le alcance sin angustias, por jubilarse con dignidad o por hacer planes personales donde progresar, ponerse una panadería o un kiosco no sea un sueño inalcanzable. ¿Esto tiene bandera política partidaria? Creo que no. Esto tiene que ver con la vida, los valores y las aspiraciones de la gente que compone la mayoría del país y que implican un modo de entender la existencia colectiva.

Esa ética comprensiva a la que alude Morin citada al comienzo de este texto, no es político partidaria, no es de un sector ni de una ideología, no tiene dueños y mucho menos mesías.

Comprender lo que nos pasa desde una perspectiva ética nos pone también lejos de la indiferencia. Es hora de decidir, de actuar, de reaccionar y de hacernos responsables.

¿Entonces que haremos si Milei resulta ser nuestro próximo presidente?

Hacernos cargo de nuestra creación colectiva.

Ejercer nuestro poder ciudadano para bien. Dejarlo gobernar y acompañarlo a gobernar. Hacerle saber a la mafia corporativa que muchas veces tira piedras y copa las calles, que esta vez, los argentinos avalamos un cambio profundo porque es necesario pero que estaremos ahí. Atentos. Participando. No elegimos un monarca caprichoso y díscolo. No elegimos un hechicero ni un sabelotodo todopoderoso.

Elegimos un cambio. Elegimos dejar la neutralidad y la indiferencia frente a un derrumbe social, cultural y económico.

Elegimos y nos hacemos cargo de lo que elegimos.

¿Podremos?

Dice Patrick Viveret: “El problema de las grandes apuestas de un mundo que viene remite a un tema general, el fin de un mundo. (…) Una crisis se produce en el momento que el viejo mundo tarda en desaparecer, cuando el nuevo mundo tarda en nacer, y en ese claroscuro, pueden aparecer monstruos. Es un momento crucial en el que la crisis es a la vez, como lo dice el ideograma chino, fuente de peligro, pero también fuente de oportunidad.”[2]


[1] Edgar Morin, Como vivir en tiempos de crisis, Ed. Nueva Visión, Bs As, 2011, pp. 16.

[2] Edgar Morin, Como vivir en tiempos de crisis, Ed. Nueva Visión, Bs As, 2011, pp. 35.

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