Remontar el barrilete en esta tempestad…[1]

El acto de votar

Isabel Bohorquez

Gracias a El Memo por la confianza siempre https://www.memo.com.ar/opinion/por-que-hay-que-ir-a-votar/

Por estos días se escuchan comentarios escépticos y desalentadores respecto a las elecciones presidenciales, a la situación del país y a lo que nos sale pésimamente de manera crónica.

El fondo de escena remite a una atmósfera repetida hasta el hartazgo que parece ser orquestada por voluntades demasiado poderosas como que podamos revertir algo de todo este proceso de deterioro nacional.

Para colmo, los candidatos -en general- no ofrecen una actitud testimonial noble para hacerle frente a los problemas de Argentina de manera responsable, unidos y solidarios con los propósitos que deberían ser un bien mayor trascendente a cualquier interés personal.

Si prestamos atención a sus dichos, en la base de sus arengas siempre hay una apelación a los desastres que cometieron otros y que -llamativamente-  en el discurso de campaña se atribuyen la capacidad de afrontar y solucionar. Incluso en boca de quienes hoy son los artífices de aquello mismo que prometen remediar.

Casi como una comedia…

¿Y qué nos pasa? ¿Por qué tanta inacción? ¿Aún estamos vivos? ¿O estamos dormidos en un letargo, siendo parte de esta ficción violenta e injusta que nos pone en el lugar de actores involuntarios pero permisivos? ¿Nos tranquiliza la sumisión al punto de preferir que las cosas vayan mal antes que definirnos como personas protagonistas de nuestro propio horizonte y destino como país? ¿Preferimos acomodarnos a las desgracias antes que ponernos en la tarea de afrontarlas?

Todas estas preguntas me llevan a un lugar incómodo. Un lugar que nos duele y nos molesta, un lugar que nos pone en evidencia. Soy argentina de nacimiento. Mis padres nacieron aquí y mis hijos nacieron aquí. Ojalá mis nietos nazcan aquí.

El desafío de corregir nuestros errores y generar mejores condiciones para habitar este territorio -que ya es rico por sus condiciones naturales- está siempre muy por delante de nuestras posibilidades de enfrentarlas. Perpetuamente atrás, siendo tan jóvenes…ya que no llegamos a tres siglos de historia nacional…

Me crié inmersa en un contexto histórico y político muy turbulento y la promesa invariablemente presente de que en Argentina se puede mejorar ya que lo tenemos todo para ser prósperos.

Crecí creyendo en la democracia. Los últimos cuarenta años hemos reivindicado la democracia, hemos denostado cualquier otro tipo de régimen que pudiera ser totalitario, autoritario o represivo y hemos celebrado cada elección como un triunfo de un proceso histórico y social que nos puede llevar a esa meta tan postergada de la Argentina floreciente.

Y acá estamos, a las puertas de volver elegir presidente.

Los porcentajes de asistencia a las votaciones han disminuido notablemente. En las últimas elecciones provinciales y municipales los promedios evidencian un claro descenso. Por bronca, por hartazgo, por impotencia…paradójicamente las personas entienden que no votar puede ser una decisión razonable. Y todo el argumento de la vida democrática expresada en un voto cada cuatro años para delegar nuestras responsabilidades en un conjunto de funcionarios colisiona contra nuestra estupidez y nuestra indiferencia.

Dice maravillosamente Roberto Arlt en un pasaje de Aguafuertes porteñas (1928-1933)[2]:

“Me pregunto con asombro en qué país estamos, porque no acabo de entender el fenómeno de la democracia que vuelve alados a los bueyes, ágiles a los rengos, sanos a los enfermos, contentos a los melancólicos, charlatanes a los mudos, cuerdos a los estúpidos, imprudentes a los timoratos, dispendiosos a los tacaños, decentes a los deshonestos, villanos a los pulcros, activos a los perezosos, optimistas a los que nunca vieron el reverso de un billete de quinientos pesos… Insisto… no comprendo este fenómeno que ha provocado la presencia de las elecciones.

Porque a mí me parece bien y comprensible que un señor de cuello palomita, polainero, con pata de gallo en el vértice de los ojos y chaleco de fantasía, haga política. No sólo que me parece bien, sino que hasta lógico, pues son estas bellas personas las que con apetitos de tiburones y recursos de limosneros en el bolsillo, pueden encontrar un porvenir en la política.

También me parece sensato que en estas aventuras de voto y urna, se embarquen los perdidos y los vagos, ya que ni los vagos ni los perdidos tienen nada que perder en dicho asunto sino que van a pura ganancia; pero lo que no encuentro explicable es que personas que durante todo el año hacen derroche de cordura, pierdan en tres días su buena dosis de sentido común y se conviertan en correveidiles de los caudillos parroquiales y aspirantes a una banca en la Cámara.

Y si no, observen ustedes. Nadie, pero nadie, ha encontrado a uno de los candidatos a diputados de las presentes elecciones pegando carteles, acarreando engrudo, extendiendo papel en los muros. Ni tampoco a ningún señor de cuello efectuando las mencionadas operaciones. Cuando más, junto a tres voluntarios del engrudo (transportador de escalera, tacho y papeles) va un señor de cuello flojo, manos de carnicero y gesto de tahúr. Dicho caballero no trabaja sino que dirige la pegadura, y lleva para inspirar respeto un bastón con nudos que más que bastón es garrote.”

Anda a votar. La obligación es tuya. Personal, moral y ética.

Vayamos a votar. Todos, que no falte nadie. Y votemos con la convicción de que nuestro gesto define un horizonte de país no solamente para mí, sino para mis hijos y mis nietos, incluso los que aún no nacieron.


[1] En referencia a la canción Spaghetti del Rock de Divididos, 2000.

[2] https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/aguafuertes-portenas-seleccion/html/ffd70615-7195-48d6-b084-e97a19f32730_3.html

Una respuesta a “Remontar el barrilete en esta tempestad…[1]

Add yours

Deja un comentario

Web construida con WordPress.com.

Subir ↑