8M sin Mahsa

Banderas repetidas y una imperdonable ausencia

Isabel Bohorquez

Gracias El Memo de Mendoza por confiar https://www.memo.com.ar/opinion/8m-mahsa-amini/

Transcurrió otro 8M y sinceramente yo esperaba un gesto solidario con las mujeres y hombres iraníes víctimas de la represión en defensa de los derechos legítimos -e incuestionables hoy para nuestra sociedad argentina- sobre la libertad de las mujeres para decidir sobre sus vidas.

¿Pareciera que la muerte de la joven Mahsa Amini en setiembre del año pasado, que falleció en custodia de la policía tras ser detenida por supuestamente llevar mal colocado el velo y desató una ola de protestas en Irán hubiera pasado desapercibida para nuestras dirigentes feministas nacionales?

Opino que este 8M era el momento perfecto para reunir tantas miles de voces en la calle -al punto que está legitimado hacer huelga por esta fecha y sus reclamos de reinvindicación- para levantar el rostro de Mahsa y muchas otras víctimas que hoy, ahora, en este momento y en las cárceles o en las calles de Irán, están sufriendo la represión y las intimidaciones con real riesgo de sus vidas por defender los derechos de las mujeres iraníes.

Me ilusioné con calles inundadas de Mahsa, su imagen y nuestra protesta unida en una sola voz: todas somos Mahsa, su nombre era Mahsa. No sé, para mí es inadmisible que alguien muera por no llevar colocado un velo del modo que lo establece un régimen político-religioso.

¿O es que nos sentimos demasiado lejos de una sociedad así?

A mí, la imagen de Mahsa me conmueve y me duele.. Y me siento en el compromiso de nombrarla en esta conmeración internacional por los derechos de las mujeres.

Soy mujer, hija, madre, docente, profesional, luchadora, he ocupado lugares de liderazgo en diferentes ámbitos, soy -junto con mi hermana- primera generación de universitarias dentro de mi familia nuclear y he tenido la oportunidad de nacer en un país que nunca me negó ningún lugar: jugaba en las playas de mi Necochea natal sin impedimentos,  fui a la escuela, a la universidad (pude hacer carreras de grado y posgrado), elegí de quien enamorarme y con quien casarme, elegí profesar (o no) la religión de mi familia, pude votar y elegir mis gobernantes, pude opinar y participar,  trabajé y gané mi salario a la par de los hombres (si, aunque parezca un error, he ganado sueldos sin ninguna diferencia de género), pude comprarme un auto y una casa por mí misma, saqué créditos en bancos (jamás me miraron el género sino mi respaldo financiero), viajé por el mundo sola o con mis hijos y pude usar mi pasaporte argentino para salir e ingresar del país, sin que nadie me pusiera un solo obstáculo por mi género, juego tenis con varones o mujeres, salgo de paseo, canto o hago cualquier otra actividad de día o de noche sin restricciones y me visto a mi antojo. O sea, y ya debo haber expuesto suficientes ejemplos hasta aquí, ser mujer no me ha impedido nada. Nací en la histórica y típica clase media argentina que nos permitió progresar (no necesariamente enriquecernos) en base al trabajo y al estudio. Mis padres me pudieron sostener para que yo estudiara, luego hasta que consiguiera un buen trabajo y después fue cosa mía y de mis esfuerzos y mis talentos. Si destaqué en algún ámbito, fue por mérito propio.

Mahsa Amini no. Y todas las Mahsa del mundo que aún nos necesitan fuertes y determinadas en una lucha por las mujeres que amerite salir a las calles y reclamar por la libertad. Sumando hombres y mujeres, como pasa en Irán. Allí hay que tener mucha osadía para protestar. Esos regímenes político-religiosos no permiten pasivamente una manifestación. En esos muros no se pinta sin pagar con la propia sangre.

En Argentina la desigualdad profunda, la desigualdad que aliena y destierra dentro del propio territorio es la pobreza. Los pobres no tienen las mismas condiciones para ir a la escuela, no acceden a la universidad (salvo excepciones), no consiguen mejores trabajos ni acceden a cargos jerárquicos (salvo excepciones), no tienen muchas de las condiciones materiales y simbólicas que los pondrían en pie de igualdad y allí no cuenta prioritariamente el género. Cuentan el hambre, la privación, la marginalidad, la exclusión, el olvido…

Igualdad es una palabra inmensa. Indispensable en cualquier sociedad.

Igualdad que abarca la totalidad, sin distinción de ninguna índole. Igualdad que será pacifica o será otra cosa. Igualdad que parte de la dignidad de las personas. Igualdad que reconoce las diferencias en base al mérito, al talento, al esfuerzo, a lo que las personas podemos aportar en nuestras comunidades, para construir, para crecer, para desarrollarnos colectivamente. Esa igualdad mira a mujeres y hombres sin discriminar ni advertir que el género pueda ser un obstáculo, o aún peor, una amenaza.

Una sociedad igualitaria aprende y enseña el respeto por todas las vidas, admite que las personas participen, se desenvuelvan en libertad, proyecten, habiten, convivan, sin importar si son mujeres o hombres. Antes bien, personas. Por sobre toda otra condición: personas.

Cuando recorro las imágenes de este 8M veo representaciones de conquistas ya alcanzadas o de debates que son por todos, no solamente por las mujeres. Veo banderas que podrían tener otra resonancia en el pais de Mahsa, pero que aquí ya hemos concretado o estamos en un proceso muy fecundo.

Leo las banderas y los carteles: reclamos por el ajuste del Fondo Monetario Internacional así como otras aristas de la situación política nacional actual o del capitalismo internacional. Pienso que ese debate y transformación debe incluir a los varones. ¿Cuál sería aquí la conquista feminista que se persigue?

Otros dicen: diversidad de género, lucha transgénero, género fluido y no binario… entiendo el planteamiento aún por seguir debatiendo y construyendo nuevas perspectivas sobre la libertad de las personas en sus elecciones sexuales, pero ello incluye a los hombres. ¿O es cosa solamente de las mujeres?

Más carteles: aborto legal, seguro y gratuito. Y pienso, ¿acaso no se sancionó la ley n˚ 27610 en Argentina, la IVE, ley de interrupción voluntaria del embarazo? ¿Cuál es el reclamo?

Y otros carteles y banderas: ni una menos, vivas nos queremos. También pienso, ¿acaso no hay una legislación para la violencia de género, ley 26485, Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales?

Los reclamos en su momento -justos sin lugar a dudas- por los crímenes cometidos a mujeres ya tienen legislación particular, la gran conquista de los últimos años fue visibilizar los femicidios, así como las situaciones de violencia y obtener un respaldo jurídico.

Sin embargo, el mayor problema de la violencia, los abusos y los espantosos asesinatos no es el género. Cuando el odio de género es causa de las circunstancias que desencadenan tales injurias, resulta que es posible tanto el odio a la mujer como al varón. Por eso mismo, las historias de abuso a niños o adolescentes varones, el sometimiento, el maltrato o los asesinatos que también son moneda corriente para tantos niños argentinos…Lucio Dupuy, Fernando Baez Sosa (el caso de los rugbiers), Máximo Jerez (el niño asesinado en Rosario).

Argentina sangra sin distinguir entre hombres y mujeres. Y esa es otra cuestión.

Leo el reclamo en pancartas y pintadas en el cuerpo por la igualdad de género y lo observo en jovencitas que tienen por lo menos tres o cuatro décadas menos que yo, reclamando algo que para mí ha sido parte natural de mi vida. Mi generación ya las había conquistado o estaba en camino, antes de que ellas nacieran. ¿Acaso estas chicas no han accedido a la escuela, se les ha prohibido vestirse a su criterio, les han impuesto maridos o creencias religiosas? ¿De qué diferencias injustas estamos hablando?

Y veo que muchas expresiones rechazan al varón como si la condición masculina fuera per se objeto de sospecha y de repudio.

Empleando el término machismo en un sentido absolutamente negativo del mismo modo que feminismo en un sentido absolutamente positivo. Como si no hubiera matices, de tan polarizados.

Y los matices existen, claro que si. En todo.

Hay un camino histórico y cultural que se viene recorriendo y las mujeres que nacimos hace más de cincuenta/sesenta años hemos presenciado y protagonizado en su devenir. La transformación de mi abuela a hoy es copernicana.

La lucha cultural actual,  es por sobre todo, una batalla contra la desigualdad sobre cómo vivir dignamente, con los mismos derechos y responsabilidades todos, con las mismas oportunidades de acceso, de intervención en nuestra sociedad, de progreso, de bienestar, de desarrollo humano en un horizonte común que no debe separarnos por género.

¿Tenemos motivos para marchar cada 8 de marzo? Claro que sí y es importante el gesto de unidad y de fuerza, si las mujeres y hombres del planeta elevan sus voces por causas justas. Aunque, creo que hay banderas que ya pueden descansar o buscar puntos de encuentro y  hay otras que son indispensables.

Mi bandera lleva el nombre de Mahsa.

Luchemos por un mundo donde no nos asesinen por ser una mujer sin velos.

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