Ni derecha ni izquierda: es tiempo del homo ethicus

Ni derecha ni izquierda, ni gorila ni zurda, ni K ni Pro.

Dejémonos de insistir con falsas antípodas que son, en el fondo de la cuestión, una excusa más para el ejercicio de la violenta injusticia en la que sumimos a nuestra propia sociedad.

Si nos dividimos, perdemos todos. No hay otra razón más valedera que esa.

La clase política (cualquier sector o grupo aliado) compromete nuestro presente y nuestro futuro sólo si nosotros permitimos que se dilapiden los bienes comunes y que no se protejan los acuerdos colectivos y además hacemos oídos sordos a nuestras propias responsabilidades como ciudadanos, pero fundamentalmente como personas humanas, permitiendo que nuestra familia grande siga a la deriva de los vaivenes coyunturales.

Abandonemos -de una vez por todas- esa convulsionada adolescencia social, inmadura y rebelde, caprichosa y veleidosa que pretende siempre ganar, acusar a otros por sus propios fallos y salirse con la suya.

Maduremos.

Argentina duele.

Argentina gime y grita porque llora un lamento tremendamente innecesario y evitable.

Ya es tiempo de que dejemos las denuncias estériles y que las personas capaces de aportar soluciones concretas se sienten en la misma mesa.

Borremos las líneas gruesas que nos impusieron los sectores que se benefician con nuestros alineamientos ciegos y torpes.

Es la hora de la verdad.

Quienes estén a favor de la vida en todas sus expresiones, cuidarán del ambiente, de la naturaleza toda, cuidarán de la gente, de la infancia, de los ancianos, cuidarán las fuentes de trabajo, sembrarán paz y consenso, respetarán las leyes y buscarán respuestas a los desafíos de un mundo que ya no admite la miseria en todos sus aspectos como algo inexorable.

Podremos lograr vivir en armonía y cuidar de los nuestros sin más esfuerzo que el de buscar el bien común?

Depende de nosotros.

Depende de que seamos más espirituales, menos codiciosos, menos egoístas, más solidarios y empáticos.

No creo que usurpar propiedad de otros sea la salida, no me parece bien que aceptemos quebrantar nuestras propias instituciones y que relativicemos  nuestras leyes porque eso nos sumirá en un caos aún más difícil de superar;  pero me conmueve profundamente ver familias enteras sin techo, me avergüenza el hambre de quienes revuelven en el contenedor de basura que tengo justo al lado del edificio donde vivo, me angustia ver gente durmiendo en las calles…todo tan evitable. Todo tan innecesario.

La pobreza en Argentina o en cualquier otro lugar del planeta, la esclavitud en todas sus formas, la miseria humana y ambiental, la corrupción en cualquier versión y estilo, son nuestra deuda con nosotros mismos y con nuestra casa grande.

Si asumimos que son sólo modelos socio-políticos nos quedamos a mitad de camino de la verdadera transformación.

Cuando escucho hablar de derecha o de izquierda como las únicas alternativas, y que triunfa una u otra, que el poder pasa de una mano a otra y veo que los rostros que representan uno u otro camino, en realidad no se distinguen, que son personas encarnando sus propios objetivos y que no han dado ni están dando respuestas a nuestros desafíos…me digo, no es por acá.

Basta de opuestos de cartón pintado. Si no dejamos de polarizar nuestra realidad, no la superaremos jamás.

El cambio real y posible consiste en despertar a una mirada amorosa que todos necesitamos y merecemos: fomentar el trabajo que enaltece, promover el esfuerzo sobre la base de una propuesta concreta y asumida legítimamente por el conjunto de la sociedad (que no es dale, arréglatelas, salí a trabajar y ganate el sustento y después en la calle no hay más que migajas), invertir en formación técnica y en crecimiento tecnológico más que en subsidios que perpetúan la dependencia, favorecer la radicación de familias donde se puedan instalar fábricas o unidades de producción organizadas por técnicos expertos, no por cabecillas o punteros políticos que nunca sembraron ni una papa.

Necesitamos manos que trabajen, siembren, críen, construyan, foresten, descontaminen, reciclen, es tan obvio!!! Ya sabemos lo que necesitamos!!!

Hay especialistas, fundaciones, instituciones, centros de investigación y desarrollo, empresas, cooperativas, etc. que pueden aportar sobre todo lo que haría de este país un lugar habitable, próspero y digno. Espacio tenemos de sobra.

Dignidad es la palabra. Y es lo que nos arrebatamos mutuamente a diario al insultarnos, rechazarnos, someternos…

Digna se siente la persona que trabaja y progresa con su esfuerzo y su talento.

Digno se sintió mi papá cuando pudo comprar su casa con un crédito hipotecario, era empleado de tienda y estaba recién casado con mi mamá hace más de 60 años (después se independizó y puso su almacén).

Digno se siente un pueblo que vive en paz porque sus habitantes se consideran personas íntegras.

Ya sabemos que la dignidad es aliada de la honestidad, de la solidaridad y de la justicia, porque en definitiva, se trata de una matriz ética.

Es tiempo del homo ethicus.

El homo sapiens no alcanza y menos aún el homo economicus o el homo consumens.

La condición humana deberá dar el salto evolutivo que nos permita convivir y construir en base al amor por todo lo existente.

Ése es el desafío.

Deja un comentario

Web construida con WordPress.com.

Subir ↑