Las lecciones de la pandemia

Vivimos un tiempo de aprendizaje forzado y en circunstancias inquietantes, muchas veces con angustia y zozobra. La cuarentena parece interminable y la inmensa mayoría de nosotros en todo el planeta hemos postergado planes, proyectos, acciones grandes o pequeñas a la espera de que este período culmine.

Ya no cuentan los pensamientos totalizadores ni las afirmaciones a largo plazo, todo parece un mayúsculo presente…el hoy se ha vuelto un absoluto.

En esta condición, todos somos aprendices obligados de algunas lecciones maravillosas y profundamente humanizadoras si así lo elegimos y asumimos. Podemos optar. Podemos considerar un cambio profundo. Tenemos las condiciones más excepcionales en los últimos…¿doscientos años? Quizá más tiempo aún.

LECCIÓN 1 : EMPATÍA

Contar muertos en todo el mundo como un fenómeno que nos conmueve de un modo cercano (ninguna guerra o hambruna reciente y/o actual logró eso), contemplar al planeta que se ha detenido y respira diferente, considerar los ancianos y los niños como una prioridad innegociable, aplaudir a los médicos y los enfermeros como héroes, son algunos indicios de que estamos ante la lección de la empatía. Porque el otro ya no es un ajeno a mí, ya no soy yo y mis circunstancias solamente. Mi vida depende del conjunto y ése conjunto es muchísimo más amplio de lo que podíamos considerar antes de la epidemia.

Cualquier Otro importa y se torna visible ante mi, en condiciones de una particular igualdad que ha diluido las anteriores fronteras para ubicarnos entre los grupos de sanos o enfermos.  Podemos volvernos en extremo desconfiados y mirarlo como un peligro y por ende un enemigo –un infectado- o podemos comprender, finalmente, que nadie se salva solo, que el bien común es la clave, que lo colectivo es la clave, que cada persona en el conjunto debe ocupar un lugar de interdependencia para que podamos resolver nuestros problemas como especie humana y como seres vivos.

Apreciar el valor de la vida en cada ser y actuar en consecuencia, legitimar ese valor más allá de mis intereses y de mis motivaciones individuales, conmoverme frente a lo que el otro vive sin que eso me implique necesariamente, serán parte de esta lección de empatía que ojalá le pueda asestar un golpe rotundo a la indiferencia con que hemos vivido en un mundo hipercomunicado pero poco solidario y escaso en ternura.

LECCIÓN 2 : AUSTERIDAD

La suspensión de muchísimas actividades y el aislamiento nos han enfrentado a una singular lección: vivir con menos, recurrir a los recursos cercanos, comprar en el barrio, jerarquizar necesidades y constatar que más de la mitad de las cosas que consumimos habitualmente son accesorias, hasta superfluas y excesivas.

El mundo ha funcionado demasiado tiempo en base a la abundancia de unos pocos y la escasez de muchos. Abundancia que ha sido postulada como una meta en la vida para sentirse dentro de una sociedad determinada, pertenecer a algún lugar, triunfar, ser exitosos; que hoy resulta inútil e innecesaria. Tremenda contradicción…

Cualquier gesto de lujos y poderío en base a riquezas, hoy nos resulta ofensivo y nos escandaliza, ya sea de parte de políticos, celebridades, influencers…quien se muestre altivo y ostentoso no resulta bien visto. Ya no cuentan las imágenes de excentricidad. Es la simpleza, la generosidad, la solidaridad, el hecho de considerar que podemos deponer nuestras comodidades y compartir parte de lo nuestro para que todos alcancemos un bienestar indispensable, son algunos indicios de que estamos ante la lección de la austeridad. Porque no basta con que unos pocos tengan demasiado y el mundo se organice para que ésos realicen sus planes mientras el resto trabaja, se educa, se establece o apenas subsiste en función de tantas lucecitas de colores en el gran circo beat…

Podemos aprender a vivir de un modo más moderado y sencillo en todos los ámbitos para comprender finalmente que mucho de lo que asumimos en un momento que era significativo y por ende, debíamos acceder a ello o anhelarlo al menos, no es tan importante, incluso es obsoleto. Podemos aprender a vivir más ligeros, más libres, menos usurpadores de este planeta que ya constatamos que no nos necesita para seguir existiendo. Podemos aprender que los modelos económicos, políticos y sociales que hemos tenido hasta ahora han fracasado en un objetivo primordial para la especie: vivir en armonía y con ecuanimidad. Y que somos capaces de generar un cambio si realmente estamos dispuestos a llevarlo a cabo.

La crisis mundial nos sentará en un pupitre común. Todos estaremos frente al mismo desafío y será nuestra decisión insistir con un modelo injusto, cruel, deshumanizante y fallido, seguir derrochando y seguir anhelando mucho más de lo que necesitamos y podemos realmente utilizar o aprenderemos el valor de la humildad y la simpleza para vivir.

LECCIÓN 3 : PEQUEÑEZ

La pandemia arrasó con nuestra auto percepción de tamaño. De pronto nos volvimos todos indefensos ante un enemigo invisible e impredecible. Omnipresente, inmenso en su alcance y en su potencia, este minúsculo virus se volvió un inesperado Goliat que derribó gigantes.

Y nosotros, de repente, nos volvimos pequeños. Nuestras vidas se ven expuestas sin distinción de ninguna índole y cualquiera puede enfermarse. Aunque ya tenemos claro que el covid 19 resulta mortífero para nuestros adultos mayores preponderantemente, la extensión de esa letalidad alcanza a quienes tengan otras enfermedades de base, a condiciones de inmunodeficiencia, etc. etc.  Cuántos profesionales de la salud están siendo victimas fatales como parte de la insensible paradoja…

Interesante lección ésta que nos ubica en perspectiva de tamaño. Podemos reconocernos vulnerables frente a la posibilidad de la muerte (a una escala muchísimo más alta de la que estamos programados para asumir) y la incertidumbre, entonces volvernos más íntegros  y receptivos, más proporcionados con el paisaje del mundo, aceptando mi pequeñez como un milagro -podría no existir entre tantas millones de posibilidades-, un misterio que si nos animamos a contemplar en uno mismo y en cada uno, en todos, significa que estar vivos es una aventura y un juego al que debemos encontrarle el valor más que la certeza de nuestra propia y banal suficiencia que igualmente un impertinente virus puede alterar a su antojo.

Esta nueva noción de tamaño, nos puede enseñar que la pequeñez es magnífica, que no es necesaria la grandilocuencia ni la vanidad. Por el contrario, resultan tontas costumbres de nuestra especie que malinterpretó su capacidad humana para habitar el mundo. Podemos aprender a ser pequeños o podemos insistir con ser gigantes caprichosos y soberbios.

Dice Humberto Maturana: “Cualquiera que sea la tecnología, cualquiera que sea el ámbito que creemos, todo pasa por un cuello de embudo que es el ser humano y ese ser humano tiene ciertas características biológicas. Que cada vez que negamos nuestras características biológicas de recolectores y  compartidores de alimentos que forman sistemas sociales fundados en el placer de la convivencia y no en la competencia, generamos neurosis. No me he atrevido a decirlo porque hablar del amor es tabú y sospechoso, pero quiero decirlo de todos modos: esta tendencia a  la espontánea recurrencia de interacciones que es el fundamento de lo  social, se da en la dimensión del amor. Cualquier otra cosa es hipocresía. Nosotros entramos en interacciones recurrentes espontáneas con otros seres, humanos o  no, sólo y  exclusivamente porque es agradable, porque nos gusta, porque nos movemos entre la simpatía que abre un pequeño espacio de existencia al otro, y el amor más extremo en que abre un espacio de existencia en todas las dimensiones de la convivencia. El amor no es consecuencia de lo social, sino al revés. Si no hay amor, si no nos movemos en el amor en nuestros encuentros con otros, no hay fenómeno social, y  la opción es la indiferencia que permite cualquier mecanismo de negación del otro, desde la competencia al odio”[1]

Las lecciones están allí. A nuestro alcance. Siempre depende de nosotros.


[1] Maturana, Humberto, Transformación en la convivencia, Dolmen Ediciones, Santiago de Chile, 1999, pp.106-107.

Deja un comentario

Web construida con WordPress.com.

Subir ↑